Después de los sefardíes, ¿los moriscos?

'La expulsión de los moriscos', de Gabriel Puig Roda (1894).
(Foto: Wikipedia, Joanbanjo)


Ana Goñi | El Confidencial | 16 febrero 2014

"Lo que hacemos hoy es reencontrarnos. Había una deuda histórica con aquellos que siempre han querido ser españoles, que allá donde viviesen han llevado nuestra lengua, el sentido de pertenencia [...]. Muchos de ellos guardaban incluso las llaves de sus casas, esas casas de las que fueron expulsados". Justificaba con estas palabras el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, la propuesta de reforma del Código Civil para la "agilización de la concesión de nacionalidad" a los sefardíes que lo deseen, a los descendientes de aquellos judíos que, tras la toma de Granada y la firma de un edicto por los Reyes Católicos -cuya redacción inspiró el mismísimo Tomás de Torquemada-, no quisieron renunciar a su fe y fueron expulsados por la Corona.
En Chauen (o Xauen, Marruecos) un hombre guarda a buen recaudo una llave mayor que una mano extendida. Abría la puerta de una casa que hoy ya no existe, la de su familia en Granada. Ese hombre habla con locuacidaz la lengua de Cervantes. Sus hijos, tres de los cuales residen hoy en la ciudad andaluza, también. Igual que lo hacía su padre. Y la historia de cómo sus antepasados salieron de Granada hace cinco siglos sigue viva en su memoria, tan viva que cuando la cuenta, parece que hubiera sucedido hace cinco años. Pero este hombre, a pesar del anuncio de Ruiz-Gallardón, no conseguirá fácilmente la nacionalidad española. Porque Abdelgafar Elakel, marroquí de 66 años, no es sefardí. Es morisco, desdendiente de aquellos musulmanes que, como los judíos, tuvieron que abandonar las tierras de la Corona que luego se convertiría en España.
Se calcula que unos 200.000 sefardíes abandonaron la Península después de 1492 (y, según la prensa israelí, unos tres millones y medio de descendientes podrían reclamar hoy la nacionalidad). Se baraja una cifra de hasta medio millón para los musulmanes y conversos (los llamados 'moriscos'; a los conversos judíos bajo sospecha de prácticas judaizantes se los llamó 'marranos') que siguieron ese mismo camino desde ese final del siglo XVI hasta el comienzo del XVII, cuando Felipe III culminó el proceso de expulsión. Corrieron entonces la misma suerte, pero hoy, más de 500 años después, sus caminos no discurren paralelos. Los descendientes de los moriscos tienen que seguir los trámites y plazos de cualquier extranjero para conseguir la nacionalidad. Los sefardíes, como recoge el Código Civil (art.22), pueden hacerlo con sólo dos años de residencia (lo habitual son 10), igual que los provenientes de países iberoamericanos, Andorra, Portugal, Filipinas y Guinea Ecuatorial. Con la propuesta del pasado viernes de Justicia -aprobada en el Consejo de Ministros días antes de que Mariano Rajoy se reuniera con representantes de organizaciones judías de Estados Unidos-, se reformará además el artículo 23, facilitando que obtengan la nacionalidad por carta de naturaleza. Bastará con que prueben su condición de sefardíes y su vinculación con España, y no tendrán que renunciar, como hasta ahora, a su nacionalidad de nacimiento.
Los moriscos llevan tiempo reclamando ese mismo derecho. En 2006 Izquierda Unida planteó a la Junta de Andalucía una proposición no de ley para que este organismo instara al Gobierno español a dotarlos de nacionalidad preferente. No hubo resultado. En noviembre de aquel año, un encuentro de la Alianza de Civilizaciones reclamaba -en la denominada Declaración de Xauen- lo mismo, con idéntica conclusión. Uno de los promotores de aquellas iniciativas, el profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba Antonio Manuel Rodríguez -embarcado hoy también en la reclamación de la titularidad pública de la Mezquita de Córdoba- lo resume con sencillez: "Se trata de que de donde exista la misma razón, exista el mismo derecho. Es una reivindicación no desde el victimismo, sino desde la justicia. El reconocimiento a la comunidad sefardí es simbólico, necesario y justo. Hacer lo mismo con los que han mantenido su identidad morisco andalusí en el exilio también lo es, hacia ellos y especialmente hacia nosotros mismos, en un ejercicio de reconstrucción de la memoria colectiva".
Incide este profesor en la "extranjerización" que se hace en España del pasado. En que Abderramán III (Córdoba, 891), Averroes (Córdoba, 1126) o el judío Maimónides (Córdoba, 1135) son tan hispanos como Séneca(Córdoba, 4 a.C.). En que no se pueden embutir ocho siglos de historia (los de dominio musulmán) en una caja de zapatos olvidada. Y en que la "cerrazón" en no admitir -el ministro Gallardón ni los ha mencionado- a los descendientes de los moriscos andalusíes es fruto de todas esas ignorancias. Desde Chauén, Abdelgafar Elakel dice sentirse musulmán. También marroquí. Y duda de si habrá otras personas que, expulsadas hace más de cinco siglos de la que fue su tierra, guarden ese amor hacia ella: "Las concesiones a los sefardíes a mí me producen satisfacción como morisco: por lo menos se lo han dado a la mitad de los expulsados. Pero no es lógico que se lo den a ellos y no a nosotros. No buscamos la nacionalidad por una cuestión económica, sino moral". Y concluye: "Mi cultura es española, pero en árabe". Lo dice riendo y no en árabe, sino en perfecto castellano.

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