El café más antiguo de Túnez tiene alma andalusí

El café tunecino El M'Rabet |ROSA MENESES
El M'Rabet, diseñado por un morabito de origen morisco, abrió sus puertas en 1630 y hoy sigue siendo centro de reunión de artistas e intelectuales tunecinos.
El más antiguo de los cafés de Túnez es El M'Rabet, que toma su nombre de un morabito, una persona especialmente pía a la que se atribuye cierta santidad. Enclaustrado en la medina de la capital, sus muros y columnas datan del siglo XVII, cuando Túnez era uno de los escenarios de las batallas entre el imperio otomano y el español. Carlos I tomó Túnez en 1535, pero en 1573 volvió a caer en manos del sultán y al año siguiente se convirtió en provincia otomana. En el siglo XVII llegaron a Túnez los moriscos expulsados de España, trayendo sus conocimientos en arquitectura y otras tendencias. Hacia 1614, los beys otomanos decidieron construir un liceo en la medina de Túnez, origen de nuestro café, que abrió sus puertas hacia 1630.

Algunas crónicas cuentan que el café se instaló en un edificio diseñado por Sidi Kacem Jelizi, un morabito nacido en el seno de una familia de origen morisco que ayudaba a los que huían al norte de África tras la toma de Granada en 1492. Destaca su arquitectura de estilo aghlabí y sus azulejos de decoración hispanomorisca. Poco a poco, con el lento pasar del tiempo, aquel liceo tomó un gran valor al convertirse en un centro de la música tradicional tunecina, el malouf, de raíces araboandalusíes. "El lugar se convirtió en sitio de encuentro para los artistas, estudiantes y aficionados al malouf. También se podía escuchar música espiritual y cantos místicos de los morabitos, siendo un lugar que ha preservado este arte en un momento en el que no había conservatorios", explica a EL MUNDO Abdelsattar Amemu, director de la Biblioteca de Túnez e historiador.

"El café también sirvió de albergue, donde se alojaban los estudiantes de la Mezquita de la Zeituna y los trabajadores del mercado de shawashin, los gorros rojos tradicionales tunecinos", cuenta Mohamed Amin, diseñador de moda que frecuenta el M'Rabet. "En aquella época, la Zeituna era una gran universidad donde se estudiaban varias especialidades: matemáticas, física, árabe... y había estudiantes venidos de Egipto y otros países", añade. La azotea del café tiene preciosas vistas al alminar de la mezquita —ampliada y redecorada por los turcos— y a las cúpulas de los mausoleos que se levantan en la medina.

Hoy, la titularidad del café M'Rabet, en el corazón del Zoco de los Turcos, es pública. "Es un espacio muy necesario en Túnez, porque refleja la historia del país. Por eso hay que preservarlo", añade este investigador. El liceo desapareció a principios del siglo XX para dar paso al lugar de encuentro artístico e intelectual que sigue siendo hoy. "No es un café ordinario. Todos los intelectuales de la historia del país han pasado por el M'Rabet", resalta Amemu.

Se dice que uno de los grandes nombres de maloufel cantante Khemais Tarnane, daba conciertos cada noche en este café a principios del siglo XX. Tarnane provenía asimismo de una familia de origen morisco que se exilió de España a finales del XVII. El esplendor del café se prolongó hasta los años 60 y, poco a poco, se fue marchitando. En 2011 fue cerrado para restaurarlo. Los trabajos duraron cuatro años hasta volver a abrir sus puertas el año pasado. Hoy, los jóvenes toman café junto a las tumbas de tres morabitos de origen misterioso, protegidas por una verja artesanal verde que culmina en medialunas doradas.

Pero la crisis del turismo que experimenta Túnez también ha golpeado este místico lugar donde uno puede sentarse entre alfombras y cojines, bajo lámparas de vidrio de colores suspendidas de techos labrados en madera. "Estamos notando la crisis, porque no hay muchos turistas. Ahora, son más los tunecinos los que nos visitan que los extranjeros", se lamenta el director del café, Hedi Grami.

"Me gustaría que este lugar fuera otra vez un punto de encuentro cultural para todo el Mediterráneo. Los pueblos mediterráneos compartimos una misma creatividad, como demuestran los ritmos del malouf, que se enraízan con las bulerías", dice Amin sonriente mientras comienza a marcar el compás de este palo flamenco golpeándose los muslos con sus manos. ¿O es malouf lo que toca?

Fuente: http://www.elmundo.es/cultura/2016/01/27/56a7c32de2704e4f5c8b465c.html

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